Cuando Miguel tomó la decisión de hurtar aquel ostentoso vehículo que
brillaba ante sus ojos, una motocicleta último modelo nunca imaginó lo que iba
a sucederle.
Era una tarde calurosa de martes alrededor de las 2:15
pm, cuando vio pasar aquel espectáculo ante sus ojos, de repente se detuvo en
frente suyo, era negra y alta, potente y
poderosa, brillaba cual reluciente piel acabada de
bañar, y lo mejor de todo: su dueño había olvidado las llaves dejándolas
pegadas del suiche.
Sin embargo, el pudor y la remembranza de los consejos dados por su padres durante
su niñez le hizo dudar de cometer aquel delito, pudor que no duró mas de
sesenta segundos, y sin darle mas largas al asunto, miró hacia los alrededores
para percatarse que nadie lo observara; alcanzó a ver a unas cuadras un par de
ancianos sentados en la acera tomando el sol que relucía en lo alto, no
parecían entender nada de lo que sucedía ahí afuera. Así que con la
tranquilidad de un joven cualquiera,
dueño de una motocicleta, se dirigió hacia esta, se montó, se
puso el casco que, a propósito, también lo había olvidado el descuidado dueño
sobre uno de los espejos retrovisores, giró la llave, encendió el motor y mirando hacia atrás notó que nadie se había
dado por enterado, entonces, arrancó.
Una gran tranquilidad invadió su ser y continuó dichoso
su camino, no sabía a donde se dirigía, ni que uso le daría a su nueva adquisición;
sólo quería disfrutar esa adrenalina que estaba sintiendo de ese sabor a
triunfo que recorría su cuerpo.
Así anduvo durante dos hora aproximadamente, de repente
cayó en la cuenta, era muy probable que el dueño del vehículo ya se hubiera
dirigido a las autoridades a reportar el hurto, así que, Miguel decidió dirigirse a casa de un amigo
suyo para pedirle por favor le
permitiera guardar la moto en el garaje de su casa.
Cuando le faltaban
cuatro kilómetros para llegar a su destino, se encontró con un retén de
la policía, de repente el mundo de Miguel se tornó obscuro y un sudor helado
recorrió su espalda.
No pudo pensar que hacer, su única reacción fue continuar
conduciendo, más los agentes le hicieron
señas para que se detuviera. Pensó en acelerar y escapar, pero definitivamente no tenía opción, así que se
detuvo.
Buenas tardes caballero, ¿Cómo está?- fue el saludo de
uno de los policías que le abordó- saludo al cual Miguel respondió tratando de
mantener la calma y dominar su agitada respiración, sentía que todo el cuerpo
le temblaba. – Queremos pedirle un favor, continuó hablando el agente de policía,
¿podemos tomarle una foto a usted y su motocicleta?, es para el informe del día-
. Miguel no sabía que decir, se sintió algo afortunado de no tener que mostrar
los documentos del vehículo, que por supuesto no tenía en su poder y cedió a la petición de los agentes, no podía
negarse, no tenía mas opción. Así que posó delante de la cámara, sonrió
descaradamente, exhibiéndose con el despampanante modelo y se despidió, aunque
siempre con el temor latente de ser descubierto y atrapado.
Miguel siguió su camino, sin tan solo imaginar que dos
días después, la foto para la que había posado aquel día, estaría exhibida en
cuanto lugar del pueblo existiera, además de los pueblos aledaños.
El afiche que contenía la foto decía:
SE
BUSCA
DELINCUENTE
PELIGROSO
LADRÓN
DEL VEHÍCULO CON EL QUE APARECE
RECOMPENSA:
$20.000.000.
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